AUTOLESIONES, LA CALMA DEL ADOLESCENTE

Es importante destacar que la mayoría de las autolesiones se efectúan por parte de los adolescentes como una forma de expresar aquellos sentimientos intensos que no saben, o no pueden, asumir de otra manera: sentimientos intensos de rabia, tristeza, dolor y soledad, cuya acumulación puede desbordarles emocionalmente, y que al desconocer otros medios de canalización, terminan liberándose sintiendo emocionalmente a través del daño físico. Al dejar una huella visible del dolor (herida), logran materializar en algo concreto y físicamente doloroso su dolor emocional, haciéndolo mentalmente más entendible, justificable y manejable. Es importante mencionar que al provocarse heridas el cuerpo segrega endorfinas, lo que analgésicamente se traduce en sensación de bienestar y relajación, produciendo una inmediata sensación de bienestar.

La mejor manera de prevenir este tipo de acciones, es a través de una buena comunicación,  enseñándoles a conocerse y respetarse a sí mism@s. Empleando la expresión de emociones como un hábito de nuestro día a día, ya sean buenas o malas. Eso les entregará las herramientas básicas para lidiar con momentos angustiantes a lo largo de sus vidas. Se ha visto que las personas con mayor inteligencia emocional (capacidad de adaptación, autoestima, empatía, comunicación, asertividad, etc.) tienen más éxito en resolver sanamente sus conflictos emocionales que quienes no lo han desarrollado. Por otro lado, quienes tienen menor inteligencia emocional y tienden a estados depresivos, son más propensos a agredirse a sí mism@s en momentos altamente estresantes.

Much@s padres y madres, al enterarse de que sus hij@s se cortan, se asusten pensando en que es un acto suicida. Aquí el tema se torna aún más delicado, ya que si bien estos actos no conforman en sí un intento de quitarse la vida, no se puede descartar por completo un riesgo de este tipo. En este sentido, lo mejor es la evaluación y tratamiento por parte de un profesional de la psicología, que pueda ayudarles a identificar las causas subyacentes al acto en sí.

Existen ciertas estrategias que se pueden utilizar para favorecer el cese del daño autoinfligido y promover conductas más sanas de resolución de conflictos en los adolescentes. En primer lugar, es importante reconocer cuando la intensidad de la emoción es tal que surgen deseos de hacerse daño. En este caso, la sugerencia es distraerse del impulso agresivo de alguna manera, como concentrándose en la respiración, hablando con alguien de confianza, escribiendo en un diario lo que siente, contando hasta diez, pintando, etc. La idea, más que centrarse en los deseos de agresión, es tratar de pensar y sentir aquello que causa el malestar, buscando mejores maneras de afrontarlo.

Es importante canalizar la tensión y aprender a calmarse por sí mism@s sin dañarse. Para ello es necesario descubrir qué elementos o actividades calman a la persona, con la idea de propiciar un saludable manejo del estrés por esa vía. Este trabajo no es fácil, pero pueden ser estrategias útiles de llevar a cabo. A pesar de esto, se reitera la importancia de consulta psicológica con un profesional que evaluará el riesgo presente y elaborará planes de tratamiento para cada caso.

Es cierto que este problema, muchas veces se torna invisible, esta conducta es una realidad presente en nuestros jóvenes, y la mejor manera de prevenirla es justamente aprender a procesar de manera saludable aquello que más nos duele.